Mi abuela siempre fue una mujer fuerte e independiente. Cuando el Alzheimer comenzó a manifestarse, hace unos tres años, fue un golpe duro para toda la familia. Al principio, intentábamos mantener la normalidad, pero la comunicación se volvió frustrante. Ella se confundía con las fechas, olvidaba nombres y a menudo se ponía irritable cuando la corregíamos.
Yo, como su nieto, trataba de ser paciente, pero a veces me desesperaba. Repetir las cosas veinte veces o verla angustiarse porque no recordaba algo era agotador. Intentaba ayudarla a razonar, mostrarle fotos para refrescar su memoria, pero a menudo ella terminaba en su silencio obstinado.
Un día, en un grupo de apoyo para familiares de personas con demencia, escuché a una terapeuta hablar sobre la simplificación del lenguaje y la comunicación directa. Explicó que las personas con Alzheimer procesan la información más lentamente y tienen dificultades con las frases complejas o las preguntas abiertas.
Así que dejé de usar rodeos o preguntas como "¿Te acuerdas de cuando fuimos a la playa el verano pasado?". Empecé a ser mucho más directo y concreto.
Si necesitaba que se sentara, decía claramente: "Abuela, siéntate, por favor". Acompañaba la instrucción con un gesto, señalando la silla. Si quería saber si tenía hambre, preguntaba: "¿Tienes hambre, sí o no?". Ofreciéndole opciones cerradas y un lenguaje sencillo.
Al principio, me sentía un poco robótico, pero los resultados fueron sorprendentes. Mi abuela parecía entender mejor mis indicaciones. El estrés y los nervios disminuyeron porque no se sentía tan presionada a recordar o procesar información compleja.
Por ejemplo, a la hora de vestirse, en lugar de preguntarle "¿Qué te gustaría ponerte hoy?", le mostraba dos opciones concretas: "¿Quieres esta blusa o esta otra?". Ella señalaba una y la ayudaba a ponérsela.
También aprendí a usar frases cortas y un tono de voz tranquilo y pausado. Evitaba hablar demasiado rápido o usar sarcasmo, que antes era una parte habitual de nuestra comunicación. Mantenía contacto visual y me aseguraba de tener su atención antes de hablar.
No fue una solución mágica. Todavía había días difíciles, confusiones y momentos de frustración. Pero al simplificar mi lenguaje y ser directo, logré reducir significativamente la barrera de comunicación entre nosotros. Dejé de intentar traerla a mi realidad y empecé a comunicarme en la suya, más simple y directa. No era meloso, era práctico y funcional, y eso hizo una gran diferencia en nuestro día a día.
¿Cuáles son los mayores desafíos de comunicación que enfrentan con su ser querido?
¿Qué estrategias han encontrado más efectivas para entender lo que intentan comunicar? (Por ejemplo, usar preguntas simples, mostrar paciencia, observar el lenguaje corporal, enfocarse en el sentimiento más que en las palabras).
¿Cómo manejan las situaciones en las que su ser querido tiene dificultades para encontrar las palabras o entender instrucciones?
Los leo atento !! Saludos